El bullying es uno de los grandes focos de atención de la salud, la sociedad y la educación. La frecuencia de casos de acoso está en la base de la relevancia atribuida al bullying y al ciberbullying. Colombia se encuentra entre los 25 primeros países más afectados por este fenómeno.
*Autora: María Eulalia Torras Virgili, docente en UNIR.
Las propuestas de prevención e intervención son numerosas. Algunas de ellas están disponibles en la red: son públicas y están disponibles para cualquier persona. Sin embargo, para que un programa contra este acoso sea exitoso, es necesario atender al carácter grupal de este problema y a las consecuencias que el comportamiento tiene en un contexto específico.
Acoso escolar o bullying: definiciones y tipos
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud del año 2002, declaró la violencia como uno de los principales problemas de salud pública en todo el mundo. El fenómeno de la violencia en el contexto escolar y educativo, en general, es uno de los temas que más preocupan a la comunidad educativa, además de a las familias (ONG International bullying sin fronteras, 2023).
UNICEF define el acoso escolar o bullying como un comportamiento de persecución físico y/o psicológico que realiza un alumno contra otro: es una acción negativa, continua e intencionada que crea una relación de dominio y sumisión (UNICEF, 2019). El acoso, que tiene por intención dominar o humillar, puede comportar:
- Ataque verbal: burlas, amenazas o intimidación.
- Hostilidad emocional: exclusión, injuria o agravio.
- Agresión física: asalto con violencia, embestida o golpes.
- Asalto contra la propiedad: robo o daño a objetos pertenecientes a otras personas.
- Hostilidad psicológica: manipulación, caricaturización o mentira.
NGO Bullying Without Borders (2023) destaca en su definición de este acoso que se alimenta de tres venenos: la soledad, la tristeza y el miedo. Para que una acción considerada acoso se mantenga en el tiempo es muy importante considerar el papel del grupo; es decir, cómo los observadores del comportamiento dejan de actuar para defender a la víctima o incluso refuerzan la conducta hostil.
Datos del bullying
El bullying y el ciberacoso han sido registrados en diversos países. Los datos que mostramos a continuación permiten evidenciar el amplio número de casos de bullying identificados en los 25 países que encabezan la lista de relación a frecuencia de dicho comportamiento (figura 1).
Figura 1. Principales países donde el bullying ha sido identificado. Fuente, aquí.
Los datos muestran que, a pesar de que cualquier niño o niña del mundo puede acabar siendo una víctima, la prevalencia de este fenómeno en Colombia es alta: es el noveno país afectado por el bullying (Comisión VI del Senado de la República, 2023).
Los datos de las investigaciones sobre frecuencia del bullying varían entre el 10% y 19% en los niños y los jóvenes. Una investigación que analiza el bullying en la juventud, indica que el 55% de los jóvenes ha manifestado ser víctima de agresiones recientemente, Entre un 10% y un 15% de ellos han señalado que esta experiencia es repetida y, por lo tanto, clasificable como bullying (Tippett & Wolke, 2015). En esta misma investigación, se recogen datos del ciberbullying: un 15% de los niños afirman ser víctimas del ciberacoso.
Otra investigación aporta resultados muy parecidos en cuanto a la prevalencia del bullying: el 55% de los jóvenes han verbalizado ser blanco de ataques; entre un 10% y un 14% de estos ataques han sido continuados (Scott, Dale, Russell & Wolke, 2016).
Las investigaciones de EE. UU. recogen valores de victimización en la escuela primaria de alrededor de un 19%. En este país, el porcentaje asciende en edades algo superiores. Por ejemplo, en el curso escolar 2009-2010 fue recogido un valor de 23% de niños y niña afectados por agresiones verbales, físicas o intimidación en escuelas públicas (Robers, Zhang, Morgan & Musu-Gillette, 2015). En otros países, la victimización varía; en Finlandia hay estudios que la sitúan entre un 11.3% (Dake, 2003). En Irlanda han sido registrados valores que alcanzan el 49.8%.
Blatt (2021) destaca que el 33% de los alumnos de 6 a 12 años y el 19,5% del alumnado de 12 a 16 años manifiestan haber sido sometidos a acoso en la escuela. También es necesario considerar que el 15,7% de los estudiantes de 12 a 16 años verbalizan haber sido acosados por vía electrónica, lo que se denomina ciberacoso. Por tanto, el acoso se evidencia en todas las edades, desde preescolar hasta la edad adulta, aunque tome formas diferentes en función de la edad y del medio utilizado para expresar los comportamientos de dominación y humillación.
Los programas de prevención y la intervención en bullying
Los programas de prevención y la intervención en bullying deben fundamentarse en dos ideas clave si pretenden reducir el acoso y la intimidación.
- El acoso y la agresión son fenómenos grupales (Card & Hodges, 2010; Espelage, Holt, & Henkel, 2003; Espelage, Basile, De La Rue & Hamburger, 2015; Lugones y Ramírez, 2017). Las acciones agresivas y amenazantes se dan en contextos específicos: una clara consecuencia del bullying es que el comportamiento violento pone en riesgo al resto de personas y también a la persona que acosa.
- Sin menoscabar la tremenda importancia que supone el acoso y la intimidación sobre las personas del entorno, determinados niveles de agresividad mantienen los límites del grupo. Algunas personas utilizan la agresión para mantener el control: el fin no justifica los medios, pero la agresividad se relaciona con el miedo y el miedo con la inhibición de comportamientos.
Sin tener en cuenta las dos características anteriores, es complejo que un programa reduzca el bullying. Por ejemplo, un programa que solo ponga el foco en el niño agresor y el niño agredido desatiende la importancia del papel social del refuerzo en el acoso. También el comportamiento agresivo continuado de un niño puede conducir al desarrollo de sesgos sociocognitivos, que incluyen el considerar la conducta agresiva como efectiva, respaldada por los otros, vinculada a las normas sociales positivas para la agresión y desvinculada de la ética.
Los sesgos sociocognitivos hostiles, por ejemplo, están orientados hacia los adversarios y es menos probable que ocurran hacia los amigos (Peets, Hodges & Salmivalli, 2010; Olweus, 2013). Esto puede traducirse en la elección del objetivo por parte del agresor. Por ejemplo, Veenstra, Lindenberg, Munniksma y Dijkstra (2010) concluyeron en una investigación que los preadolescentes con conductas de acoso se dirigen a compañeros rechazados e impopulares a quienes sus compañeros apoyarán para acosar.
Las estructuras cognitivas y afectivas también ayudan a explicar las diferencias individuales en cuanto a por qué algunos jóvenes se dirigen a pares de género atípico para acosarlos (Pauletti, Cooper & Perry, 2014; Poteat & Espelage, 2005; Rodkin & Espelage, 2015).
En conclusión, toda acción para reducir el bullying, incluyendo los programas de tolerancia cero al acoso, deben considerar la dimensión grupal de este fenómeno y también las causas que hacen que se mantenga (el control de entorno mediante el miedo).
Bibliografía
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Card, N.A. & Hodges, E. (2010). Peer Victimization Among Schoolchildren: Correlations, Causes, Consequences, and Considerations in Assessment and Intervention. School Psychology Quarterly, 23(4). doi:10.1037/a0012769
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Espelage, D. L.; Basile, K. C.; De La Rue, L., and Hamburger, M. E. (2015). Longitudinal Associations Among Bullying, Homophobic Teasing, and Sexual Violence Perpetration Among Middle School Students. Journal of Interpersonal Violence, 30(14), 2541–2561. doi: 10.1177/0886260514553113
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Pauletti, R. E.; Cooper, P.J. & Perry, D.G. (2014). Poteat y Espelage, 2005. Influences of gender identity on children’s maltreatment of gender-nonconforming peers: A person × target analysis of aggression. Journal of Personality and Social Psychology, 106(5), 843–866. doi.org/10.1037/a0036037
Peets, K., Hodges, E.V.E. y Salmivalli, C. (2010). Relationship specificity of aggressogenic thought–behavior processes. Journal of Personality and Social Psychology, 101(2), 386–400. doi.org/10.1037/a0023662
Robers, S., Zhang, A., Morgan, R. E. & Musu-Gillette, L. (2015). Indicators of School Crime and Safety: 2014. https://nces.ed.gov/pubs2015/2015072.pdf
Rodkin, P. C. & Espelage, D. L. (2015). A Relational Framework for Understanding Bullying. American Psychologist, 70 (4), 311-321. doi.org/10.1037/a0038658
Scott, E. J., Dale, J., Russell, R. & Wolke, D. (2016). Young people who are being bullied – Do they want general practice support? BMC Family Practice, 17(1), 116-123. doi:10.1186/s12875-016-0517-9
Tippett, N. & Wolke, D. (2015). Aggression Between Siblings: Associations With the Home Environment and Peer Bullying. Aggressive behavior, 41, 14-24.
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Veenstra, R.; Lindenberg, S.; Munniksma, A. y Dijkstra, J.K. (2010). The complex relation between bullying, victimization, acceptance, and rejection: Giving special attention to status, affection, and sex differences. Child Development, 81(2), 480–486. doi.org/10.1111/j.1467-8624.2009.01411.x