La escritora y psicóloga Sandra Leonor Rodríguez Viviel analiza una situación social grave que afecta directamente a las nuevas generaciones y, por tanto, al futuro del país: los niños con problemas de comportamiento y los jóvenes desadaptados.

Esta semana he visto niños transparentes de todos los colores, con sonrisas abiertas, con miradas incrédulas, algunos con ojos juzgadores, otros con oídos atentos, yo los veo y los escucho, pero nadie más los ve, nadie escucha su profunda tristeza, su desolación, ante sentirse impotentes, ante sentirse fracturados, maltratados y aislados.
Siento una profunda ira cuando otros con abierta y directa expresión me dicen “pero y que puedes hacer”, me lleno de rabia de desconcierto, de dolor de patria, como es que para los demás esto no importa, no tiene relevancia ahora, pero en unos años cuando estos niños transparentes no sean la frágil imagen de unos cachetitos redondos y unos ojitos mirándote con tristeza, sino una mirada de rabia, de ira, un resentimiento social, porque nadie escuchó, mucho menos hicieron algo, cuando esos tiernos cachecitos se conviertan en una dura expresión de venganza contra la sociedad y estos niños transparentes se vuelven visibles para los ojos de todos, ahí sí se vuelven importantes los niños transparentes.
Se vuelven los monstruos de la indiferencia y la falta de efectividad de un sistema decadente en la construcción de soluciones para las problemáticas infantiles.
Llevo unas semanas atendiendo los casos de niños y niñas en una escuelita dentro de mi ciudad, he encontrado de todos los trastornos que se pueden ver en la infancia y como todo buen novato quise ayudar, quise sacar la tristeza de pequeños corazoncitos arrugados por la maldad, de seres brutalmente maliciosos, quise salvarlos de las terribles manos inquisidoras de la maldad del sistema que los juzga y se centra en decir que son niños con problemas de comportamiento, pero no se fija en lo importante y es qué se hace por ellos.
Trastornos del comportamiento
Veo la realidad del trastorno por déficit de atención, de los trastornos del espectro autista, de los problemas de aprendizaje, de las dificultades comportamentales. En estos niños se confunde la falta de fe en los hallazgos científicos y la ausencia de conocimiento en el tema, mientras que los pediatras los remiten a una sesión por psicología y jamás, ni a ellos ni a sus padres, les explican que en esta tan solo medio los evaluarán, pero que no contaran con un tratamiento. Los niños continúan creciendo torpemente con su dificultad, los delimitan en “nadie se lo aguanta”, “fue un fracaso lo que se intentó”…
Y los padres de hoy quienes descansan todas sus obligaciones morales en la escuela, porque “tienen que trabajar para darles lo necesario”, que en ultimas no es lo necesario, sino lo que ellos han vuelto necesario, los niños transparentes hacen todo para hacerse ver, desde pegarle a profesores, escupir, hasta intentarse volar de la escuela, solo porque los vean, solo para que se den cuenta que existen y que no los ven, son invisibles para sus padres, que no los quieren ver, los docentes tampoco, solo algunos de los buenos.
Remiten estos niños a los servicios de psicología, de forma temprana, por eso también son transparentes para el sistema, que por el régimen de salud les brinda tres sesiones de evaluación sin intervención. Los hospitales también centran su gestión en actividades preventivas, algunos servicios gratuitos, realizan acciones preventivas y las orientadoras que por ley también ofrecerán lo mismo y así continúan creciendo, buscando hacerse visibles, y sus padres los llevan a un sistema de salud colapsado, en donde tampoco recibirán intervención y con descaro hay adultos que preguntan ¿qué paso? ¿Cuál es el error del sistema?
¿Dónde está el error?
El error es todo, porque mientras los docentes y profesionales que vemos estos niños transparentes decimos “hay que hacer algo”, el Estado, el sistema de salud y las entidades se lavan las manos. ¿Porque a nadie le duelen estos niños?, porque un menor de 6 años que genera sufrimiento en otro, en nuestra sociedad no tiene ninguna sanción, ni tratamiento, porque no hay una ley firme que obligue a padres irresponsables a hacerse cargo del lastre que han creado.
Unos a otros hacen responsable a los demás, pero finalmente nadie asume a esos niños en su situación. Que en realidad son única responsabilidad de sus padres, quienes tampoco quieren asumirla porque tienen a quien echarle la culpa: el sistema, la sociedad, el profesor, el orientador… el de la tienda el vecino, el primo, el amigo.
Finalmente, las políticas paternalistas en donde se le dá a aquellos que decidieron tener hijos “sin querer”, educación gratuita con desayuno y todo gratis, bonos de apoyo…. además de asegurar que así su conducta no sea la mejor obtendrán los beneficios, hace que se encuentren madres con 10 hijos transparentes, llenos de pobreza y de aceptación, porque finalmente el Estado no verá el problema sino cuando estos niños crecen y son parte de grupos barristas, sectas o pandillas juveniles, desadaptados, desalineados, no los verán hasta que se hagan ver, hijos de la pobreza gratuita, educación gratuita, comida gratuita, subsidios…
La pobreza para algunas de estas mujeres se vuelve rentable y paren hijos para recibir un poquito más, pero los dejan en la selva de cemento a recibir la cátedra de la indiferencia, hasta que dejan de ser transparentes.
Las entidades gubernamentales en vez de construir apoyos paternalistas, leyes flexibles y que cundan nuestra sociedad de niños desadaptados, de docentes y educadores desesperados, debería construir una entidad que promueva la salud mental, en todos sus frentes de desarrollo, que sea de libre acceso y dirección para docentes, padres, niños y, en general, de toda la comunidad educativa, que disminuya los asombros números de docentes pensionados con enfermedad mental, que sea un grupo interdisciplinar, fortalecidos en la competencia y la ley.
También que promuevan asertivos cambios de pensamiento y de dirección a niños y padres, centrados en no salir de su decadencia y pobreza, en lugar de hacer que los niños tengan una jornada más larga, para cumplir con las extenuantes jornadas a padres, en estos centros especializados se deberán promover otras fortalezas, entrenar a los padres para su responsabilidad, ayudarlos para tomar decisiones como no tener más hijos y promover los métodos de planificación en hombres y mujeres, allí se deberá hacer cargo a los jóvenes de sus dificultades.
Extender la jornada laboral a docentes, solo hará que estos se enfermen más y que los padres terminen convenciéndose de que es mucho más rentable y fácil tener muchos niños, hijos de la indiferencia y la falta de responsabilidad, hijos para que otros críen, hijos para que otros o el Estado asuman. Mientras el Estado se siga haciendo responsable de grandes lastres y promueva la pobreza, en lugar de la salud mental, los niños transparentes seguirán siendo una inmensa pelota de tirar de un lado a otro y luego seguirán llenado nuestras calles de jóvenes desadaptados, que nuevamente tendrán niños transparentes.
(*) La autora del artículo es Sandra Leonor Rodríguez Viviel. Escritora y psicóloga clínica especialista, magistrando en Gerencia y Administración de Servicios Sanitarios y representante de los estudiantes del área de la salud.