Un problema social muy complejo y en aumento que reviste aspectos culturales, históricos, económicos y de salud. Es preciso impulsar la formación para apoyar a los padres, maestros y otros cuidadores en la crianza de los menores.
Según el informe ¡Child Rights Now!, de Joining Forces (2019), entre 2008 y 2017 fueron conocidos 118.794 casos de abuso contra niños y niñas en Colombia. El estudio también destaca que la violencia contra la niñez representa el 37,7% del total de exámenes médicos y legales por violencia doméstica realizados por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, donde se evidenció que los niños entre 10 y 14 años son los más afectados.
Durante la pandemia, estas cifras aumentaron de manera significativa. De acuerdo con encuestas realizadas por Unicef (2020-2021), en algunos países de América Latina y El Caribe, en más de la mitad de los hogares entrevistados la conflictividad intrafamiliar aumentó durante las cuarentenas. Las medidas de confinamiento domiciliario, para evitar la propagación del virus, tuvieron consecuencias no deseadas sobre la convivencia en los hogares.
Según la OCDE (2020), las niñas y mujeres corrieron un mayor riesgo de sufrir violencia durante períodos de cuarentena obligatoria, debido a la falta de personas o recursos que normalmente pueden ayudarlas a prevenir o enfrentar situaciones violentas.
En Colombia, las llamadas de emergencia por casos de violencia doméstica aumentaron en un 112% desde noviembre de 2019 hasta el mismo mes de 2020 (Observatorio Colombiano de las Mujeres, 2020).
Las complejas relaciones en el seno familiar
Palacio (2009) ya planteaba la complejidad de las relaciones que se establecen dentro del seno familiar, reconociendo la ambivalencia de sus relaciones. En algunos casos, esta relación se caracteriza por aspectos positivos como el amor, los vínculos afectivos y de protección, la confianza y el respeto, y en otros por aspectos negativos, como el trato hostil, el miedo y la fragilidad de los vínculos, lo cual afecta a la incorporación positiva de los niños al mundo social.
Por otra parte, Montoya y colaboradores (2016) plantean que el maltrato, la negligencia y el rechazo son evidencia de las limitaciones del desarrollo integral de la primera infancia por parte del adulto maltratador.
Montoya (2016) define la violencia intrafamiliar como un “fenómeno social complejo modulado por aspectos culturales, históricos, económicos y de salud, que reviste múltiples expresiones y modalidades de acuerdo con los involucrados y la dirección de la agresión” (p. 211).
La violencia contra los miembros más jóvenes de la familia se puede expresar de manera directa como violencia física, violencia sexual, psicológica, omisión o negligencia, y como violencia indirecta expresada en formas de violencia psicológica, como la instrumentalización en conflictos entre las figuras parentales y la exposición a violencia de pareja o entre miembros de la unidad de convivencia familiar (ICBF, 2018; Galvis-Doménech y Garrido-Genovés, 2016).
La violencia intrafamiliar representa un problema cultural que se trasmite de una generación a otra, aumentando la probabilidad de que los hijos en la edad adulta reproduzcan los roles de víctima o victimario.
La OMS (2022) traza una serie de factores de riesgo para la presentación de este complejo fenómeno, como los que refieren al propio menor (ser menor de cuatro años o adolescente, ser hijo/a no deseado, tener necesidades especiales, características físicas anómalas), a las características de los progenitores (haber sufrido maltrato en la infancia, falta de conocimientos sobre desarrollo infantil, consumo de alcohol o drogas), y al entorno socioeconómico de la familia (familia desestructurada o violencia entre los miembros de la familia, aislamiento dentro de la comunidad, problemas económicos y precariedad, desempleo, falta de una vivienda digna).
El estudio de la violencia intrafamiliar se justifica ante el reconocimiento de sus implicaciones y consecuencias en las personas y las familias que lo sufren de manera directa, y por el impacto en los sistemas de salud y bienestar debido a los costos que genera su atención.
Psicología y salud mental infantojuvenil
¿Cómo podemos intervenir desde el ámbito de la psicología para la prevención e intervención en los casos de violencia intrafamiliar? Un especialista en salud mental infantojuvenil debe aproximarse a un caso de violencia intrafamiliar con desde un enfoque complejo y con una visión comprensiva de los diferentes miembros de la familia en la que aparece el maltrato, la negligencia o cualquier forma de maltrato infantil.
En primer lugar, es tarea del psicólogo infantojuvenil evaluar el alcance del maltrato, así como la extensión del daño en el hijo y la competencia parental de quienes están a su cargo, lo que se denomina la “recuperabilidad”. Es decir, se valora:
- Si están en disposición de adquirir las habilidades y competencias necesarias para ocuparse de sus hijos de forma protectora.
- La gravedad del maltrato o riesgo del menor y la negación del padre o madre sobre el maltrato (negación de los hechos, negación de la conciencia, negación responsabilidad, negación del impacto).
Por otro lado, es preciso apoyar a los padres, madres, maestros y otros cuidadores, para formarlos en la crianza de los menores a cargo. Esto supone conocer el desarrollo infantil y juvenil, y los comportamientos de acuerdo con cada etapa de su desarrollo y orientarlos sin violencia en dos objetivos claves:
- Informar sobre las leyes que proscriben los castigos físicos, humillantes y degradantes.
- Promover las estrategias pedagógicas y de movilización de la sociedad y de las familias.
En la Maestría en Psicología Infantil y Juvenil de la UNIR podrás conocer la especificidad de las técnicas y habilidades del terapeuta en el maltrato infantojuvenil, entender la importancia de un enfoque multidisciplinar para el abordaje de la complejidad de estos casos, así como el enfoque ético que salvaguarda el bienestar del menor para procurar un entorno de desarrollo saludable.
(*) Marta Santarén Rosell, autora de este artículo, es directora del Máster Universitario en Intervención Psicológica en Niños y Adolescentes de UNIR. Su trayectoria profesional se divide entre la labor académica, la investigación y la intervención clínica en este colectivo y sus familias.